El síntoma más sobresaliente es el
bloqueo espasmódico que interrumpe o impide la emisión de
la palabra. El espasmo puede ser tónico (lapso
de tiempo antes de comenzar el discurso que, una vez iniciado,
ya fluye bien) o clónico (repetición de letras o sílabas al principio, centro o
final de las palabras) o mixto.
Además el paciente se muestra
ansioso, angustiado y, en
su esfuerzo por vencer el espasmo, presa de una
gran tensión muscular y emocional,
con rictus faciales, rubor y transpiración excesiva (sobre todo en
manos). Como reacción, puede aparecer miedo a hablar con evitación de
situaciones donde es preciso hacerlo, sobre todo, si son nuevas o con personas
especiales, mutismo defensivo, tendencia al aislamiento,
acentuación de la timidez y reacciones depresivas de distinto grado.
Es frecuente, además, encontrar en estos niños cuadros agregados de
enuresis y trastornos del sueño.
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